La sexta noche del Festival del Folklore de Jesús María fue también
la quinta. La lluvia persistente del martes obligó a la suspensión de
todas las actividades del campo de la jineteada y del escenario, por lo
que la de ayer resultó una jornada atípica por su dimensión, que conjugó
como pudo lo que estaba previsto para los dos días.
Si bien el
"dos en uno" resultaba atractivo por la cantidad y la variedad que
ofrecía en materia artística,la movida obligó a que en la primera parte
de la noche muchas de las actuaciones previstas fuesen más breves de lo
desado. Como en revisación médica para una pileta comunal fueron pasando
artistas por el escenario Martín Fierro.Cada uno tuvo a disposición más
o menos 10 ó 12 minutos.
Había que salir al ruedo con las ideas
claras y nadie disponía de tiempo para el ornamental gre gre antes de
decir Gregorio. Entre los más destacados estuvieron los salteños de
Canto 4, que con una actuación contundente lograron encender las
tribunas por primera vez en la noche.
El estilo del conjunto,
enfático y directo, era el ideal para estas situaciones. Desde otro
lugar, también resultó efectivo el de Coplanacu, que llegó para
prolongar el regocijo. Chacarera, gato y zamba les bastaron a Julio Paz y
Roberto Cantos para establecer el contacto con el público. Pero el
breve paso resultó poco y dejó al público con ganas de más. Una lástima
que una de las expresiones más hermosas y queridas de la música
argentina hayan tenido tan breve presencia. Así lo entendió también el
público, que quedó pidiendo el bis que la tiranía del escenario al final
negó.
La jornada había comenzado bajo densos nubarrones, que
pasada la medianoche se habían dispersado. La amenaza de lluvia se había
alejado y en el aire quedaba como oloriento reemplazo el vapor
festivalero que subía de las parrillas, ese concentrado de patria que se
pega en las chombas y acompaña como un ángel custodio, que no se ve
pero se huele.
Minutos antes de la una de la madrugada llegó Abel
Pintos y uno de los momentos más esperados de la noche comenzaba a
cumnplirse. Durante poco más de una hora convidó canciones que sus fans
cantaron con él como si fuesen propias. Tuvo tiempo para invitar a
Marcela Morelo y redondeó uno de los momentos más fuertes de la noche. Y
pensar que todavía quedan algunos que discuten la pertenencia o no del
chico de Ingeniero White al universo del folklore.
Se sabe que
entre los complejos del folklore, el de invasión fue siempre el más
pronunciado, pero lo de Pintos resiste cualquier amonestación por parte
de los santuarios de "lo nuestro". Pintos es sencillamente un artista
completo como pocos, más allá de cualquier género, que con sensibilidad
personal se para muy bien en el escenario y que sabe cautivar a un
público joven, como quedó demostrado con la actuación de anoche.
A
fuerza de canciones forjadas desde distintos lugares, algunas de ellas
muy bellas, Pintos fue Pintos, un artista necesario. Si la duda sobre
sus credenciales folklóricas persistiesen, como podrían caer sobre
muchas de las cosas que se ven y se escuchan por estos días dentro y
fuera del anfiteatro José Hernández, queda la certeza de que se trata de
un artista festivalero, es decir que sabe cómo comportarse en estas
situaciones.
Pasaron caballos y cantoresCerca de las
dos de la madrugada llegaba el Chaqueño Palavecino, que como siempre
entró al campo de la jineteada montando en un emprendado. Después de
saludar, antes de subir donde lo espereban sus músicos, al pié del
escenario, le cantó a la virgen. Torrencial y animado, enseguida
Palavecino comenzó su ráfaga cancionera, mientras de las tribunas muchos
bajaban para ganar un lugar en el campo, más cerca del ídolo.
Toro
en su rodeo, el cantor del Chaco salteño supo otra vez despertar esa
mezcla de entusiasmo y veneración en un público que lo esperó hasta la
madrugada para elevar carteles, vasos a medio tomar, telefonitos,
filmadoras y cuanta cosa sirviese para expresar y conservar felicidad.
La
voz estridente, la sonrisa gardeliana, la chispa criolla, la pilcha
gaucha, el toque rústico y un repertorio que sabemos todos, son algunos
de los elementos evidentes del carisma del cantor. El resto tiene que
ver con los misterios del magnetismo, eso que es más fácil sentir que
explicar. Con gesto de caudillo, cantó cosas nuevas y cosas de siempre,
hizo chistes continuamente, invitó a la comparsa Los Teucos para cantar
vidalas, al joven coterráneo Antonio Salas y a Las voces de Orán. Con su
actuación llevó la noche al extremo del entusiasmo. Entonces la lluvia
ya era un recuerdo.
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